Llegué un día a vivir entre ustedes como un vecino más. Era algo más flaco y joven, usaba unos gruesos anteojos, no tenía canas pero sí ganas de entregar la vida aquí. Doce años han pasado y muchas cosas vivimos: alegrías, sufrimientos, dificultades, amistad, compromiso religioso y social, fiestas y duelos. Todo ha sido parte de la historia de esta comunidad y de mi vida… Doy gracias a Dios.
El entusiasmo y la profecía quisieron ser mis ofrendas para ustedes. Muchas veces la impaciencia ganó mi corazón, y mi boca, cuando veía que no salíamos del estancamiento espiritual y social. Quiero pedir perdón a quienes, en esa impaciencia, pude haber lastimado y rezo para que me perdonen, pero quiero volver a afirmar el valor de la profecía.
A todos los que pusieron su «grano de arena» y a los que pusieron «camiones de arena» les agradezco de corazón. A veces me sentí afligido y preocupado por lo pastoral, por lo social, pero nunca solo.
A quienes lea pareció muy firme mi palabra les pido comprensión, siempre tuvieron la intención de construir la comunidad. Quienes no lo entendieron así, créanme que los comprendo porque no siempre es posible estar en sintonía.
A los niños y a los jóvenes les digo con cariño que necesitan seguir creciendo y ojalá que la fe, el estudio, el trabajo, la dedicación a lo importante, les permita encontrar el proyecto de vida que Dios tiene soñado para cada uno.
A los enfermos y ancianos, a los económicamente más necesitados, a los que tienen todo pero les falta esperanza, los pongo en el corazón de la Virgen y de nuestro patrono San José.
A las familias, a los fieles todos, a los más amigos, les deseo de corazón que cada uno y todos puedan, cimentados en Cristo, vivir en paz y armonía y así ser felices haciendo felices a los demás.
A los medios de comunicación locales y regionales les agradezco la posibilidad de comunicamos con la comunidad.
A los sacerdotes y seminaristas que compartieron el trabajo pastoral y la vida les agradezco el trabajo, el servicio pastoral y la caridad puesta en nuestra convivencia.
Al Padre Ariel, de quien recibí la Parroquia llena de ganas de hacer: gracias; al Padre Coqui, amigo del alma, le dejo la posta para que siga anunciando con gozo la Buena Noticia del Reino.
A Mons. Steffolani que me envió a esta Parroquia le agradezco ese regalo y a Mons. Martín le agradezco que confíe en mí para esta nueva tarea pastoral.
A Dios sea la gloria por todo trabajo realizado, por todo tiempo vivido y compartido. A Su Misericordia le confío todo lo no hecho o hecho mal.
A Él, el renovado agradecimiento por permitirme vivir entre ustedes estos lindos años de mi vida.
A la Virgen de Luján le sigo confiando mi ministerio y servicio.
Gracias.
P. Jorge Luis Basso.
Padre Nuestro
Año X. N° 98. Febrero 2008.
Parroquia San José de Vicuña Mackenna